Siempre han existido los chismes, rumores y cuentos mentirosos. Ha sido el pan de cada día, desde la época de los abuelos y hasta el día de hoy. En los pasillos del trabajo, en el salón de clases, en el transporte público y hasta en la parada del bus, no falta el cuchicheo y la murmuración, casi siempre carentes de verdad y con mala intención. Ahora hay un nombre más moderno y atractivo para identificar estos casos (fake news), pero en el fondo es lo mismo.
Las noticias falsas o fake news, definidas por The New York Times, como una “historia inventada con la intención de engañar, a menudo con un beneficio monetario como motivo”. Buscan manipular la opinión pública para influir en los comportamientos sociopolíticos o en las masas. Se generan por intereses ideológicos o económicos. Detectarlas es una prioridad social, y la inteligencia artificial es la herramienta que puede contener la invasión de falsedades online.
La proliferación de noticias falsas se ha visto facilitada por el crecimiento de blogs personales y de medios sociales como Twitter, Facebook o WhatsApp. Cualquiera puede ser un transmisor de información y la comprobación de los hechos es menos prioritaria que compartir noticias que puedan ser virales.
Las noticias falsas están estructuradas y redactadas de forma que resulta difícil distinguir entre lo que es verdadero y lo que es falso. Detectar y atajar las noticias falsas de forma rápida y eficaz es, por tanto, crucial, ya que una vez que la información falsa se difunde y permea en la sociedad, resulta difícil de refutar. ¿Qué hacer? Recurrir siempre a medios y espacios que se distingan por hacer todo con ética, y siempre pensando en el bienestar social.