Flores, chocolates, ropa, cena y hasta serenatas reciben las mujeres cada 8 de marzo. Así festejan comercialmente el Día Internacional de los Derechos de la Mujer, y de paso recordemos que en el fondo es una conmemoración, o sea el recuerdo de un acontecimiento histórico impactante en sociedad.
Por tanto, en el Día Internacional de los Derechos de la Mujer, más allá de quedarnos en conceptos “rosas y románticos”, recordemos que el 8 de marzo de 1908, ciento veintinueve mujeres murieron en una fábrica en Nueva York, al reclamar un sueldo igual al de los hombres que hacían el mismo trabajo, denunciaban a su vez las malas condiciones en sus labores; y el dueño de la fábrica cerró las puertas del edificio para que ellas desistieran y ocurrió un incendio donde perecieron las obreras.

Entonces este es un día que nos invita a reconocer la complementariedad entre el hombre y la mujer. Ambos seres son valiosos y merecen respeto. Por consiguiente, es una fecha para pensar en la mujer al lado del hombre, y viceversa. Esto se da a ejemplo de Cristo y la Iglesia (Efesios 5).
No hay en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad por razón de la raza o de la nacionalidad, de la condición social o del sexo, porque «no hay judío ni griego, no hay siervo o libre, no hay varón ni mujer. Pues todos vosotros sois “uno” en Cristo Jesús» (cfr. Lumen Gentium, 32). ¡Feliz Día Internacional de los Derechos de la Mujer!