Es duro practicar lo que dice el Evangelio: “Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César…” Encarnarlo en la cotidianidad supone esfuerzo y dedicación, aunque de buenas a primeras parezca fácil. Llevarlo a la práctica en la vida colombiana, samaria y magdalenense, se convierte en “un hueso duro de roer”.
La idea tiene que ser entonces aplicar este Evangelio a la realidad de un país polarizado y dividido por la lucha de clases; una ciudad insegura, con servicios públicos domiciliarios precarios y un departamento con ricos cada vez más ricos y pobres cada día más pobres.
“Al César lo que es del César…” significa ser buen ciudadano. Cumplir con mis deberes como persona. Para ello primero hay que pedir a Dios la gracia de vivir como excelente cristiano. Algunos quieren ser buenos ciudadanos sin ser buenos discípulos. ¡Error, error total! Sólo podemos dar testimonio en la sociedad cuando estamos pegados al Evangelio.
Tomemos conciencia de que la justicia, el amor y la libertad responsable son la base del orden social en el mundo y en nuestro país. Pues así todos los ciudadanos tendremos un fuerte sentido de responsabilidad cívica y participaremos activamente para alcanzar el bienestar de todos.
Ojalá, antes de pensar en el dinero, en la fama, el poder… pensemos en lo fundamental: el Evangelio.